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18 junio 2016

Palacio del Infante Don Luis de Boadilla del Monte


El Palacio actual es el resultado de la transformación de otro anterior, denominado Palacio de las Dos Torres, construido en varias etapas por los señores de la villa desde el siglo XVII, a quienes lo adquirió el Infante D. Luis de Borbón en 1761. El Infante encargó la transformación del Palacio al arquitecto Ventura Rodríguez.
El renovado edificio fue evolucionando desde un simple pabellón de caza a un palacio, centro de un complejo sitio señorial en el que el Infante, hermano menor de Carlos III, conformó entre 1765 y 1776 su Corte ilustrada.


Durante la Guerra Civil fue cuartel y hospital y posteriormente reformado y adaptado como internado de niñas del Auxilio Social. En 1974, el Palacio, sus jardines y la Fuente de Ventura Rodríguez, fueron declarados Monumento Histórico-Artístico. En 1998 fue adquirido por el Ayuntamiento de Boadilla del Monte, que en la actualidad está procediendo a su restauración.
En una primera fase, se han rehabilitado los portones laterales y los paramentos exteriores del Palacio. Y están a punto de concluir las actuaciones en el muro perimetral y en el interior: la capilla, vestíbulos principales así como la sala de música. También se ha restaurado


la primera terraza del jardín devolviéndole el aspecto original que diseñó Ventura Rodríguez, y que ha sido inaugurada por el ministro de Turismo en marzo de 2015. Asimismo se han realizado obras de mejora en la explanada oeste y en el entorno del Palacio, en concreto en las Antiguas Escuelas, transformadas en Aula Medioambiental y una zona didáctica exterior de usos múltiples.
El proyecto de restauración del Palacio corre a cargo del arquitecto José Ramón Duralde y la restauración del jardín le ha correspondido a la paisajista Lucía Serredi.


Más de 5 millones de euros se han invertido en esta restauración de los cuales 2 millones están financiados por los Fondos FEDER de la Unión Europea; el Banco Santander ha pagado también parte de la restauración (Portones, parte del Aula Medioambiental) con una inversión de 180.000 €.


El 20 de febrero de 1761, el infante Don Luis compró el Señorío de Boadilla a doña Josefa Micaela de Mirabal, marquesa de Mirabal y mujer de don Tello Dávila, en 1.192.378 reales y 2 maravedís. La escritura se otorgó ante don Manuel Machuca, escribano de la Villa de Madrid.
"El Sr. Infante Don Luis ha comprado con permiso de S.M. la Villa de Boadilla del Monte y varias tierras circunvecinas pertenecientes a diferentes mayorazgos para lo que ha precedido la necesaria licencia de la Cámara y estado ya perfeccionada dicha compra, quiere S.M. que para mayor seguridad de lo hecho se expida por la Cámara en su Real Nombre la aprobación de las escrituras ..."


Desde pequeño el infante Luis Antonio recibía importantes rentas de muchísimas encomiendas militares, también desde diciembre de 1754 percibía 946.107 reales anuales del arzobispado de Toledo, del cual había sido arzobispo y cardenal. A pesar de tales rentas, el infante no poseía en 1760 ninguna propiedad que pudiera pasar a su posible descendencia, todas sus riquezas procedían de rentas que se extinguirían con su muerte. En 1760 Luis Antonio tomó la decisión de formarse su propio patrimonio, tuvo conocimiento de las dificultades económicas de los marqueses de Mirabal y se prestó a adquirir el mayorazgo que los mismos poseían en Boadilla del Monte. Villa que le convenía por hallarse próxima a la Corte y a la que conocía muy bien por ser colindante al condado de Chinchón, propiedad de su hermano Felipe, duque de Parma, y por haber pasado largo tiempo en el castillo de Villaviciosa de Odón, durante la agonía de su hermano Fernando VI.
En carta de Ricardo Wall a Manuel Ventura de Figueroa del 18 de diciembre de 1760 se lee: "Deseando el Sr. Infante Don Luis comprar varios bienes en el lugar de Boadilla pertenecientes al común de esta villa y de otras circunvecinas a la Marquesa de Mirabal y a otros diferentes particulares, de los que parte son libres y parte vinculados, ha venido el Rey en conceder el permiso necesario para efectuar dichas enajenaciones y ha habilitado a la referida Marquesa para que por sí sola pueda celebrar dicha venta ..."



Las dificultades económicas de la Marquesa de Mirabal provenían de 1729. Fecha en que su padre Félix de Mirabal, ante el mal estado del palacio de Boadilla del Monte (el de las Dos Torres, anterior al actual) y ante las dificultades para encontrar dinero líquido que le permitiera efectuar las reparaciones en el mismo (los mayorazgos eran inalienables) se vio forzado a pedir al rey autorización para constituir un censo (hipoteca) de 4.000 ducados sobre los bienes del mayorazgo. En 1760 la Marquesa de Mirabal se vio incapaz de hacer frente a la hipoteca y vendió el mayorazgo al Infante Luis Antonio
Así en 1761 Luis Antonio compró el señorío de Boadilla a la marquesa de Mirabal, por 1.200.000 reales que aumento con compras a los concejos de Boadilla y Pozuelo de Alarcón, a los premonstratenses de San Joaquín de Madrid, y a las monjas de Santa Clara de Boadilla. No bastándole el mayorazgo de Boadilla, en el mismo año de 1761 compró a su hermano Felipe (por catorce millones de maravedís) el extenso y colindante condado de Chinchón.


Mas Info, Ayuntamiento de Boadilla del Monte .........................








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17 junio 2016

Pozuelo de Alarcon



En el territorio que actualmente ocupa Pozuelo, exactamente en la Cañada de la Carrera (cerca del arroyo Meaques), José Pérez de Barracadas encontró en el año 1923, mientras estudiaba la conformación geológica del terreno del municipio, una punta de hacha de sílex muy tosca y lascas y raederas, que procedían de los primeros pobladores prehistóricos.

El paraje de los Meaques, actualmente en la Casa de Campo, fue antiguamente del concejo de Húmera y aparece con el nombre de San Pedro de Meaques en en las relaciones histórico-geográficas de Felipe II.

Por su situación, a media distancia entre la población de Titulcia (localidad cercana a Aranjuez) y Segovia, se supone desde hace décadas que los romanos edificaron allí una mansión, la "Mansio Miaccum", que albergaba a los viajeros que iban de camino entre Segovia y Titulcia.
La existencia de la "Mansio Miaccum" viene atestiguada por dos hechos:
Por un lado, por figurar en el Itinerarium de Antonio (guía de las vías del imperio romano).
Por otro, por los descubrimientos de Amador Ríos, Fuidio y Viloria a finales del siglo XIX primer tercio del XX, de trozos de vasija y barro rojo de tierra sigillata, así como de argamasa.
Pozuelo de Alarcón debe su nombre, por una parte a la existencia de pozos y manantiales en su territorio y por otra, al apellido del que compró el municipio, pasando de ser Pozuelo de Aravaca a Pozuelo de Alarcón.



Tuvo su origen en 1208, cuando el rey Alfonso VIII estableció los límites de Segovia con Toledo, Madrid y Alamín, que es cuando aparece por primera vez el nombre de Pozuelo: "et Pozolos remanet de parte de Madrid".
En los primeros años de su fundación, la entidad comprendía las aldeas de Pozuelo y Húmera y los caseríos de San Juan de Somosaguas y San Pedro de Meaque (estos dos últimos se despoblaron durante las luchas fratricidas entre Pedro I el Cruel y su hermanastro Enrique II).
El territorio actual pertenecía al alfoz, término del Concejo de la Villa de Madrid que, como era usual en la época, estaba dividido en sexmos para su mejor administración. El municipio se encontraba dentro del sexmo de Aravaca por lo que siempre fue conocido como Pozuelo de Aravaca.
En aquel entonces Pozuelo era un municipio de realengo, es decir, estaba sometido a la jurisdicción real pero en 1632 pasó a estar sometido a jurisdicción señorial al ser adquirido por Gabriel Ocaña de Alarcón, que al comprarlo, puso como condición que se cambiase el nombre de Pozuelo de Aravaca para pasar a ser Pozuelo de Alarcón.
Si hay alguna costumbre que ha marcado el destino de Pozuelo es la del veraneo de la burguesía madrileña en estos parajes. Estos burgueses madrileños huían de la Corte y encontraban en Pozuelo, olmedas y pinares, y sobre todo, aguas claras, que según decían, poseían grandes cualidades medicinales.
Con la llegada de este siglo comenzará el auge de las colonias de hotelitos, donde los nuevos veraneantes, la clase media de pequeños comerciantes y empleados, fundaron la Colonia de San José en 1914.
Por todos estos factores Pozuelo de Alarcón dejó de ser un pequeño pueblo en el que veraneaba lo más alto de la Corte, para convertirse en una ciudad a las afueras de Madrid.
Cabe mencionar que en ella se creó el Casino "Corral de la Pacheca", cuya memoria aún perdura, y la fundación de la actual capilla de Nuestra Señora de las Angustias, por don Vicente Bascuñana.



Pozuelo de Alarcón comenzó su auge demográfico a raiz del establecimiento, como primera residencia, de todas aquellas familias que hasta entonces poseían una segunda residencia en la localidad. Por su calidad de vida, y sobre todo por la proximidad con la capital, empezó a incrementar su población, hasta convertirse en uno de los núcleos poblacionales más importantes de la zona noroeste de la Comunidad.
La curva demográfica de Pozuelo durante el siglo XX marca una dirección ascendente constante, a excepción de los años siguientes a la Guerra Civil (1936-1939), en que su población se redujo a la mitad (2.517 habitantes en 1940).
A partir de 1950, la población se recuperó (5.105 habitantes en 1950) y comenzó un crecimiento intenso.

Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón. Ver Mas.......... .............










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El Rastro de Madrid



Siempre repleto de madrileños y turistas, es una de las citas imprescindibles si se visita la ciudad en domingo o festivo. Ubicado en el barrio de La Latina, en el entorno de la Ribera de Curtidores, con la plaza de Cascorro como centro neurálgico, el mercado engloba una gran manzana casi triangular delimitada por las calles de Toledo, Embajadores y Ronda de Toledo y se extiende por otras como San Cayetano, Fray Ceferino González, Carlos Arniches, Mira el Río o las plazas de General Vara del Rey y de Campillo del Mundo Nuevo.



Según por qué zona paseemos, encontraremos diferentes artículos, desde artesanía, ropa y complementos, hasta artículos de cocina, discos y revistas de segunda mano, mascotas y objetos de todo tipo de distinta antigüedad. Antigüedades y almoneda es lo que abunda en los locales de alrededor, que hoy en día se completan con los nuevos establecimientos de objetos y mobiliario vintage.
Se cree que el rastro que dejaban los cuerpos de los animales procedentes del matadero y las tenerías de la zona dio nombre a este mercado. Hoy acoge la oferta de más de 1.000 vendedores que domingos y festivos comienzan en torno a las nueve de la mañana una jornada que durará aproximadamente hasta las 3 de la tarde.


La visita típica suele terminar con el aperitivo en los bares y tascas de la zona, donde se toma un vino, cerveza o vermú de grifo con, por ejemplo, una tapa de paella o un bocadillo de calamares en calles como Ribera de Curtidores y aledaños.
Declarado Patrimonio Cultural del Pueblo de Madrid por la Ordenanza del año 2000, el Rastro de Madrid es un mercado al aire libre que se celebra los domingos y festivos en el centro histórico de la ciudad, en el popular barrio de la Latina.

La palabra Rastro, con toda probabilidad, se refiere al hecho de que el ganado dejaba un rastro de sangre después de ser degollados y vendidos, en los mataderos de esta zona.
Se trata de un mercadillo con más de 400 años de historia en el que se puede encontrar cualquier cosa inimaginable, tanto objetos cotidianos como curiosos artilugios, todo ello enmarcado en un contexto pintoresco de lo más animado y divertido.
Desde sus inicios, a finales del siglo XV, hasta nuestros días ha permanecido siempre en la misma ubicación, creciendo en extensión hasta alcanzar sus dimensiones actuales.
Un mercado emblemático conservado en su estado tradicional: natural y espontáneo, en el que el público puede pasear, comprar lo previsto y lo imprevisto, regatear, tomar el vermut, comer…todo ello mientras se divierte. Un mundo asombroso, céntrico y de fácil acceso, a pie, en Metro o en autobús.



Días: Domingos y festivos
Horario: de 09:00 a 15:00 horas
Dirección: Desde Plaza de Cascorro hasta Campillo del Mundo Nuevo. Calle de Curtidores y aledañas.
Ciudad: Madrid

El tío Amadeo está en todas partes, cucharón en mano, repartiendo y pregonando las delicias que aguardan en la gran olla colectiva donde se funden en armoniosa compaña los famosos caracoles, los zarajos de Cuenca y el chorizo segoviano de Bernuy de Porreros. El tío Amadeo es un infatigable y retórico propagandista de los productos de la casa: nadie puede salir de su establecimiento sin probar su guiso, elaborado según la vieja receta de su madre campesina.



Los caracoles del Rastro

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Museo del Prado



El Museo Nacional del Prado, desde que fue inaugurado en 1819 y a lo largo de su historia centenaria, ha cumplido con la alta misión de conservar, exponer y enriquecer el conjunto de las colecciones y obras de arte que, estrechamente vinculadas a la historia de España, constituyen una de las más elevadas manifestaciones de expresión artística de reconocido valor universal.



El edificio que hoy sirve de sede al Museo Nacional del Prado fue diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785, como Gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III. No obstante, el destino final de esta construcción no estaría claro hasta que su nieto Fernando VII, impulsado por su esposa la reina María Isabel de Braganza... tomó la decisión de destinar este edificio a la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas. El Real Museo, que pasaría pronto a denominarse Museo Nacional de Pintura y Escultura y posteriormente Museo Nacional del Prado, abrió por primera vez al público en 1819. El primer catálogo constaba de 311 pinturas, aunque para entonces en el Museo se guardaban ya 1510 obras procedentes de los Reales Sitios.



Las valiosísimas Colecciones Reales, germen de la colección del actual Museo del Prado, comenzaron a tomar forma en el siglo XVI bajo los auspicios del emperador Carlos V y fueron sucesivamente enriquecidas por todos los monarcas que le sucedieron, tanto Austrias como Borbones. A ellos se deben los tesoros más emblemáticos que se pueden contemplar hoy en el Prado, tales como El jardín de las Delicias de El Bosco, El caballero de la mano en el pecho de El Greco, El tránsito de la Virgen de Mantegna, La Sagrada Familia conocida como La Perla de Rafael, Carlos V en Mühlberg de Tiziano, El Lavatorio de Tintoretto, el Autorretrato de Durero, Las Meninas de Velázquez, Las tres Gracias de Rubens o La familia de Carlos IV de Goya.



El Museo del Prado ha puesto en marcha un programa de patrocinio por el cual empresas e instituciones pueden elegir el grado de colaboración que mejor se adapte a sus necesidades. También, ofrece a empresas e instituciones la oportunidad de convertir sus eventos corporativos en un hito cultural de primer orden.





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Catedral de la Almudena




Historia de la Catedral y de la Virgen
El origen de la imagen de la Virgen, que con el tiempo se había de llamar Santa María la Real de la Almudena llega, según la tradición, hasta la generación apostólica; y con ella la devoción que siempre ha tenido entre los madrileños. Cuenta la leyenda que fue traída a España por el Apóstol Santiago cuando vino a predicar el Evangelio, y dicen que la pintó San Lucas y la talló Nicodemus… Esta pretensión de atribuir tan remoto origen a la Imagen, es muy de admirar. Lo que si es cierto es que en la pequeña villa que luego habría de ser capital de España, se veneró desde siempre como Patrona una imagen de la Madre de Dios denominada “Santa María de la Vega” o de “La Concepción Admirable”.



Cuenta la tradición que a comienzos del siglo VIII, ante la inminencia de la invasión sarracena ocurrida entre los años 711 a 714, los cristianos de la villa para evitar la profanación de la imagen, escondieron a la Señora en un cubo de la muralla; en 1083-1085 siendo Pontífice Gregorio VII, al conquistar Magerit el rey Alfonso VI, convocó una procesión encabezada por él mismo, y al llegar junto al cubo de la muralla cercano a la Almudayna unas piedras se derrumbaron y en el hueco estaba la imagen de la Virgen con los dos cirios encendidos. Era el 9 de noviembre del año 1085. Según esta tradición el Rey Alfonso VI hasta la localización de imagen habría mandado pintar en el muro de la Iglesia de la Villa una imagen. Esa imagen sería la conocida hoy en día de “la Virgen de la Flor de lis”.



Cuenta esta leyenda que los rasgos estaban inspirados en su esposa Doña Constanza y que sostiene una imagen de flor de lis en su mano puesto que Doña Constanza era francesa. Esta imagen es una pintura mural probablemente de fines del siglo XII o principios del siglo XIII y muestra a la Virgen con el Niño y con una flor de Lis en la mano. Bajo sus pies una Cruz roja similar a la de la Orden de Calatrava. Seguramente tras la consagración del templo (ya que había sido mezquita) se pintó una imagen de la Virgen con el lirio (probablemente símbolo de pureza de María) muy utilizado como ornamento decorativo por los visigodos y más tarde por los mozárabes. En 1638 se arrancó el bloque de yeso de 10 cm. de espesor sobre el que está pintada la imagen y se trasladó a otro lugar de la iglesia. En 1868, cuando se derribó la iglesia de Santa Maria, pasó a la del Santísimo Sacramento y desde allí definitivamente a la Cripta donde hoy se venera. La Virgen de la Flor de Lis es actualmente Patrona de los jardineros.



El Templo
La Catedral de Nuestra Señora la Real de la Almudena. Comenzó a gestarse el 22 de diciembre de 1868 (si bien anteriormente habían protagonizado diversos intentos la Reina Isabel de Borbón en el año 1623 y en 1669 la Reina Maria Ana de Austria) cuando la Congregación de Esclavos de la Virgen de la Almudena solicitó al Arzobispo de Toledo permiso para construir otra iglesia dedicada a la Virgen, petición que apoyaría la Reina Da. Mª de las Mercedes, esposa de Alfonso XII.
Diez años más tarde don Francisco de Cubas, más tarde Marqués de Cubas, recibió el encargo de preparar el proyecto para la construcción de una importante iglesia Parroquial que más tarde albergaría el cuerpo de la reina Mª de la Mercedes. El 4 de abril de 1883, S. M. el Rey Don Alfonso XII colocó la primera piedra de la futura iglesia.
La iglesia pasará a ser Catedral cuando en 1884 Madrid es erigida en diócesis por el Papa León XIII. El Marqués de Cubas reformó entonces su inicial proyecto de Iglesia parroquial modificándolo para convertirlo en Templo Catedral realizando un proyecto grandioso, por sus dimensiones y por su arquitectura, de un estilo neogótico exuberante y profuso. Un dato curioso sobre esta Catedral es que a diferencia del resto de las catedrales, cuya orientación tradicional es Este-Oeste, la de la Almudena tiene una orientación Norte- Sur, que obedece al hecho de haber sido proyectada desde sus orígenes como parte integrante del conjunto del Palacio real; su fachada principal, situada a los pies del templo, mira hacia la fachada sur del Palacio.
El Marqués de Cubas diseñó una catedral de grandes dimensiones, de estilo neogótico florido francés, con planta de cruz latina y capillas laterales que se comunicarían directamente por un estrecho deambulatorio; el crucero presentarla también tres naves mientras que la cabecera sería semicircular con girola y cinco capillas radiales. La imagen de la Almudena estarla colocada en el Altar Mayor.


La fachada principal presentaría dos pares de torres, más anchas y altas las extremas, que flanquearían el gran pórtico de entrada formado por tres puertas góticas sobre las que se alzaba un piso de ventanas, un inmenso rosetón y una galería de reyes; las fachadas laterales serían más simples. El proyecto está expuesto en el Museo catedral. La cripta se finalizó en 1911, pero el Marqués había fallecido unos años antes, en 1899. A éste le sucedió el arquitecto Miguel Olabarría a quien sustituye Enrique Repullés y Vargas, que a su vez es sustituido por Juan Moya, quien ya hizo sustanciales reformas sobre el proyecto inicial. Las obras avanzaban muy lentamente, con el lógico parón acaecido entre 1936 y 1939. En 1944 el director general de Bellas Artes, Marqués de Lozoya, promueve un concurso nacional para dar a la Catedral una nueva solución arquitectónica.


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El Retiro




Parque de El Retiro
Con 125 hectáreas y más de 15.000 árboles, el parque de El Retiro es un remanso verde en el centro de Madrid. Especial atención merecen algunos de sus jardines: el jardín de Vivaces, los jardines de Cecilio Rodríguez (jardines clasicistas con aires andaluces), los jardines del Arquitecto Herrero Palacios, la Rosaleda (colección de rosas) y el Parterre Francés con el Ciprés Calvo, el árbol más antiguo de Madrid, del que se dice que podría tener alrededor de 400 años.


No es solo uno de los pulmones de Madrid, sino que ofrece también cultura, ocio y deporte a madrileños y visitantes. Entre sus elementos arquitectónicos e históricos más importantes se encuentran: el Estanque Grande donde se puede practicar el remo, el Palacio de Velázquez y el Palacio de Cristal, ambos utilizados actualmente como salas de exposición. El Palacio de Cristal, pabellón romántico creado para dar cabida a una muestra de plantas exóticas en la Exposición de Filipinas de 1887, es uno de los principales ejemplos de la arquitectura del hierro en España.


Los jardines del Buen Retiro fueron creados por Felipe IV en el siglo XVII como quinta de recreo para los reyes de la Casa de Austria. Durante los reinados de los reyes de la Casa de Borbón, en los siglos XVIII y XIX, el Real Sitio y su entorno se enriquecieron con nuevas instalaciones. En el reinado de Fernando VII destaca, a más de la replantación del parque, la Casa de Fieras, el Real Embarcadero y el Jardín de Caprichos o Reservado, del que quedan algunos edificios como la Montaña Artificial y la Casita del Pescador.
Las sucesivas demoliciones del recinto y los graves destrozos que sufrió durante la Guerra de la Independencia, en que fue utilizado como fortaleza y acuartelamiento por los franceses, junto con el empuje del ensanche urbano de la ciudad durante el siglo XIX, configuraron la fisonomía actual del Retiro. En 1868 pasa a formar parte del patrimonio municipal, abriéndose al disfrute del pueblo de Madrid. A finales del siglo XIX y principios del XX el Retiro se aprovechó como marco para celebrar diversas exposiciones internacionales, de las cuales han quedado edificios tan emblemáticos como el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez.


En 1935 se declara Jardín Histórico Artístico, constituyendo en la actualidad uno de los pulmones verdes que conforman el rico patrimonio cultural de Madrid.
El agua fue un elemento determinante desde sus inicios, el Estanque Grande, las rías, los estanques y fuentes formaban parte de la estructura básica de los Jardines. Caben destacar las fuentes del Ángel Caído, Galápagos y de la Alcachofa.
El carácter monumental del Retiro enriquecido por los principales escultores del siglo XX, convierten el Parque en un museo al aire libre, entre los monumentos más representativos destaca el magnífico conjunto escultórico de Alfonso XII y la estatua ecuestre del General Martínez Campos.
La diversidad en el trazado de las distintas zonas del Parque y la variedad de especies vegetales, se corresponden con las intervenciones según las etapas históricas. Destacan el Parterre, jardín de tipo francés creado por encargo de Felipe V y las actuaciones del Jardinero Mayor Cecilio Rodríguez en los Jardines que llevan su nombre y la Rosaleda a principios del siglo XX.


Los Jardines del Buen Retiro son uno de los grandes atractivos de la ciudad por su valor histórico y por ser lugar de encuentro, disfrute y esparcimiento. En el Parque se desarrollan actividades sociales, culturales y deportivas representativas como la Feria del Libro.
La última gran intervención emblemática, es la creación del Bosque del Recuerdo, monumento conmemorativo construido como homenaje a las víctimas de los atentados en marzo de 2004 en Madrid, ubicado en la zona de la Chopera.

Además, El Retiro alberga esculturas y fuentes notables como son: el monumento a Alfonso XII, proyecto del arquitecto José Grasés Riera o el reservado de Fernando VII, situado en la esquina de las calles O'Donnell y Menéndez Pelayo. Este último incluye la Casa del Pescador, la Montaña Artificial y la Casa del Contrabandista (la antigua sala de fiestas Florida Park), que le confieren un aire romántico. Destacan además, la estatua de El Ángel caído; única escultura en el mundo que representa al diablo y la fuente de los Galápagos, que conmemora el nacimiento de Isabel II.









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17 enero 2016

Monasterio de San Lorenzo de El Escorial



Descripción: 40 km de Madrid, en las montañas de la Sierra de Guadarrama, es el Palacio Real y Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, construido en el estilo de Herrera. Es un monumento que se reconoce como un patrimonio cultural de la humanidad. Está situado en un lugar que no es para ser visitado, tanto por el paisaje y la arquitectura. Felipe II eligió este lugar para este fin la construcción de complejos de 1562, la última piedra se colocó 1584.



El edificio fue construido según los planos de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera. La propiedad real también incluye una basílica, una tumba real y el monasterio. En la basílica, dos grandes tumbas proyecto de ley (cenotafios) en conserva: la de Felipe II y el fundador de Carlos I, que aparecen junto con sus familias, cada una en un lado del altar mayor. La oración de esculturas en bronce dorado son como los retablos de Pompeyo Leoni. La tumba real ocupa una capilla circular, decorado con mármol y bronce dorado. Allí descansan los reyes y reinas, que también fueron madres de reyes. Cuando usted visita el castillo y el monasterio debe prestar especial atención a la Biblioteca Real y las obras de artistas italianos como Zuccaro, Tibaldi, Cambiaso, Luca Giordano. También hay esculturas de Bernini y Cellini. No hay que olvidar son las pinturas de El Bosco, El Greco (El Martirio de San Mauricio) y Velázquez (La túnica de San José).
El Monasterio de el Escorial es el monumento más representativo de las aspiraciones ideólogicas y culturales del "Siglo de oro español". En este periodo la corona de España, primera potencia mundial .
San Lorenzo el Real estaba destinado desdes su origen a diversas funciones; como monasterio de monjes de la orden de San Jeronimo, cuya iglesia fuesee panteón del Emperador Carlos V y de su mujer , asi como de su hijo Felipe II, sus familiares y sucesores.
El Fundador
Felipe II fue Rey de Napoles, Sicilia y Milan desde 1554, y desde los paises bajos un año mas tarde por sucesivas cesiones de su padre Carlos V, quien en 1556 se retiro al Monasterio del Yuste, dejando la Corona de España y de las indias en manos de su hijo, antes de fallecer en 1558.
Felipe II inicio la búsqueda del lugar idóneo en 1558 para su emplazamiento,la múltima piedra se coloco en 1584, en ese momento el Rey supervisó personalmente toda la obra.




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El Valle de los Caidos



Durante el Precámbrico el zócalo de la Península ya había hecho su aparición. Arrasado en los periodos siguientes, la orogénesis alpina acabó levantando los granitos durante la Era Terciaria y aparecieron las cumbres del sistema central. Un poco después, (no más allá de veinte millones de años) los glaciares del tiempo frío modelaron las cumbres, comprimieron los estratos, cuartearon las rocas, dejaron sus huellas en los lagos de la montaña y desgastaron las aristas vivas de las piedras. Por último, en la Era del Franquismo, se levantó con material plutónico, el Valle de los Caídos. ¿Una edad de piedra o una edad de hierro?



Admirado por unos y aborrecido por otros, no está en cuestión su monumentalidad. ¿Hipogeo de los vencedores de la guerra civil?, ¿campo de concentración para los vencidos?, ¿monumento a la gloria del régimen del 18 de julio? Pocos empeños humanos son del todo puros, y acaso algo de todo ello contaminó el empeño original. Pero, más que a las glorias de la victoria, cantan la piedras del Valle de los Caídos los horrores de la guerra; no alabanzas a un régimen político, sino memoria de una cruenta guerra entre hermanos, y plegaria para que jamás tenga lugar pareja tragedia. No debe verse como acción de gracias por el triunfo, sino impetración de la paz. Y si alguien tuvo o tiene otra visión, no nos cabe duda, yerra.



Al final de la contienda que tuvo lugar entre 1936 y 1939, se alzaron, las más de las veces espontáneamente, cruces en recuerdo de los muertos. E incluso se dictaron normas imperativas por la autoridad del momento, que no fueron siempre acogidas de buen grado en sectores religiosos. Así, el cardenal Segura, que se negó en redondo a que en su catedral se instalase una placa conmemorativa de ese género; y así también la dura reflexión de José María Escrivá, para quien alzar una cruz sólo para recordar que unos han matado a otros sería levantar el estandarte del diablo.



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